La Revolución cubana es un fracaso
Por Yefferson Ospina
El pasado viernes la galería Espacio Interferencia, la única en Cali dedicada exclusivamente a las exposiciones de obras fotográficas, inauguró la muestra artística del cubano Jesús Hdez-Guero, llamada ‘El síndrome de Proteus’.
Se trata de una obra de intervención sobre imágenes de archivo que propone una particular visión sobre el poder, bien sea político, social, ilegal, cualquiera que sea, y que a su vez deriva en una reflexión sobre quienes han gobernado y gobiernan el mundo y el estado de cosas que esos gobernantes han generado.
Es, sin duda, una exposición polémica, sin convencionalismos ni complacencias -como el propio artista-, en la que se superponen rostros como el de Nicolás Maduro con el de Donald Trump o el de Juan Manuel Santos con el de Raúl Castro.
Hdez-Guero estudió en la Academia de Bellas Artes y en el Instituto Superior de Arte (ISA). Ha expuesto en Cuba, Caracas, Polonia, Suecia, España, Canadá y algunas de sus colecciones se encuentran en EE. UU. y Bélgica.
Ahora se encuentra en Cali invitado como docente por el Instituto de Bellas Artes donde, en compañía de Norman Suescún, director y curador de Espacio Interferencia, concibió la muestra ‘El síndrome de Proteus’.
Hablamos con el cubano sobre su carrera y su exposición, una muestra cuya incorrección política resulta refrescante.
¿Cómo es para un artista transgresor crear una obra en un país como Cuba?
Yo me defino como un artista de ideas a partir de las cuales se pueden generar formas, y me interesa mucho trabajar sobre los discursos mediáticos y sobre esas ideas que tienen una aceptación cultural muy fuerte. Trato de modificar esas imágenes, de quitarles su pretendida fuerza de verdad. Desde ese punto de vista, soy un artista muy crítico, sobre todo del discurso nacionalista y de estado, que es muy fuerte en Cuba. Por eso he tenido un diálogo muy áspero con las instituciones oficiales cubanas que ocasionalmente prefieren no tenerme en cuenta para muestras artísticas o incluso, llegan a pedirme que cambie el concepto de mis obras.
¿Pero hasta dónde un artista puede crear un obra que resulte incómoda para el mismo gobierno cubano?
Sí son posibles expresiones artísticas al margen de la oficialidad, pero el Estado y las instituciones oficiales no las reconocen e incluso las atacan a través de su maquinaria mediática o de la indiferencia, es decir, no se ofrecen espacios para mostrar la obra. Sin embargo, eso se ve neutralizado por el mercado internacional del arte. En el extranjero hay un interés muy fuerte por ver lo que se está creando en Cuba, por los artistas cubanos que viven aún en la isla. De algún modo esa condición seduce a muchos compradores y promotores de arte internacionales y esto se convierte en una alternativa para los artistas que somos más independientes.
¿Cómo está la situación general de la creación artística en Cuba?
La isla siempre se ha caracterizado por corrientes generacionales que, desde mi punto de vista, están divididas en decenios. Durante los 60 había un arte totalmente apologético respecto a la revolución y algunas expresiones de abstraccionismo, que, sin embargo, eran consideradas burguesas y por lo tanto, despreciadas. En los 70 aparece un arte más bucólico, sobre todo en la pintura y la fotografía, en la que se retrataba lo rural, el campo...
En el 76 se crea el Instituto Superior de Arte y con él empieza una formación a nivel superior en los artistas que tiene mucha influencia de la Unión Soviética pero que, sin embargo, deriva en la aparición de grupos de artistas con una visión más crítica de la institucionalidad y de la sociedad misma.
En los 90 con la caída de la URSS se produce el gran éxodo cubano hacia México y EE. UU. y Cuba pierde mucho de su contexto artístico pero a finales de esa década y a principios de siglo empieza a florecer el mercado internacional cubano, con una generación que mezcla muchas corrientes artísticas y en la que hay de todo: críticos con el Gobierno, con la revolución, u otros que son más oficialistas y que a su vez se expresan a través de muchas formas artísticas.
¿Qué piensa de la revolución?
Yo no creo en la revolución cubana, creo que es una falacia y no es nada de lo que se pensó en los 60 que sería. La revolución, desde el arte, se ve como un gran fracaso, como un sistema social y político que tiene que ser revalorado, redimensionado, repensado. Desde esa perspectiva de tratar de triturar la realidad y de criticar las imágenes que se nos imponen, es que yo construyo mi obra.
¿Cómo surge la idea de esta serie que expone ahora en nuestra ciudad?
Yo estaba haciendo una investigación sobre otra exposición que se llama ‘Una nación en pocas palabras’ y, en ese proceso, me encuentro una foto de Karl Marx y la otra fotografía famosa del Che Guevara. Descubro que ambas fotos tienen una misma proporción y que al superponerlas me generan una imagen diferente y allí empiezo a trabajar sobre otras imágenes de personalidades mundiales con la premisa artística de destruir ciertos imaginarios que se han construido alrededor de determinadas figuras históricas. Así nace esta serie.
Una de las obras, que se llama el ‘Juan Manuel Castro’, usted superpone una foto de Raúl Castro con una del Juan Manuel Santos. ¿No cree que es una imagen que puede ser muy provocativa en el contexto de polarización que vive el país?
Sí, puede serlo. Pero justamente esa es mi posición como artista. La interpretación que se le pueda dar a cada obra no depende de mí, por supuesto, sino de cada una de las personas que la lean. Pero lo que quiero decir sí es que hay muchas similitudes entre Juan Manuel Santos y Raúl Castro, en tanto los dos usan el poder para sus aspiraciones personales.
Usted ha vivido en Venezuela y ahora está en Colombia invitado por Bellas Artes. ¿Por qué es fácil para usted salir de la isla?
En eso tengo que decir que los artistas tenemos unas ciertas prerrogativas que el resto de cubanos que no estén relacionados con el gobierno o sean diplomáticos. Para nosotros es relativamente fácil viajar y eso nos ubica en una posición privilegiada pues en Cuba, el viaje tiene un valor social muy fuerte. Quien viaja es visto como un privilegiado y los artistas lo somos, pues se nos facilita salir del país en nuestra condición.
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Texto publicado en el Periódico: El País, Cali, Colombia.